lunes, 8 de noviembre de 2010

oficio


Siempre me interesaron los oficios. Me hubiese gustado aprender un oficio de generaciones anteriores. Será que mi padre partió temprano y quizás esta idea de aprender de el me quedó pendiente.
Además de amar los autos y correr carreras, el era juguetero, empresario se supone, pero mis recuerdos tienen más que ver con alguien que conocía bien su trabajo, que lo disfrutaba y desplegaba con habilidad e inteligencia. Que tocaba y miraba los juguetes con los ojos de un artesano. A eso llamo yo oficio.
Lo curioso es que no fué aprendiz de nadie, así que no se realmente de donde saco este interés por el oficio heredado.
El otro día leí una nota a un destacado orfebre argentino, J.Carlos Pallarols, el cuenta que su oficio viene de su abuelo, cada generación lo fue perfeccionando, siempre con los avances lógicos, y con estilos diferentes, pero con las técnicas originales.
Y como era fundamental restaurar el papel de los oficios, que son tan importantes como las profesiones.
Me dejó pensando, es importante que cada uno pueda elegir su vocación, pero soy defensora de la idea de que uno puede crecer al lado de padres, tíos, personas, que adoren su trabajo, que lo hagan bien, y querer aprender de ellos. Los secretos, los tiempos, las trampas, la paciencia.
Pienso en las modistas, tantas que trabajé, algunas aprendieron a coser con sus mamas. Que tesoro. Me enseñaron tanto. Las texturas de las distintas telas, como deslizarlas cuando pasan por la máquina, las diferentes agujas, la tiza, el rodillo. Como leer los moldes. El bies. Los trucos. Cada día, una nueva lección.
Al final siempre va depender de la habilidad de cada uno, el llevar a cabo el trabajo con destreza.
No se trata de igualar al maestro o incluso superarlo, pero sí de atesorar lo aprendido, y de allí iniciar el vuelo propio.

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